Asistir a una escuela pública en México es una experiencia sumamente deprimente. Para empezar si llegas tarde a la escuela es un hecho que la obesa que funge como centinela de la entrada al recinto te reciba con una medida punitiva como levantar los chicles con una espátula vieja y oxidada. Iniciar actividades físicas, en una posición humillante de cara al piso es suficiente para generar una escalada de asco, a la que se le suma el asco de la materia negruzca que habrá que quitar, el sabor de los huevos fritos con tortilla y frijoles que comiste sin hambre para economizar y así evitar la desagradable rutina onerosa de fingir con una sonrisa mongólica que no tienes hambre, cuando lo que en realidad lo que no tienes es dinero para el recreo; todo ello culmina en el paroxismo del asco por saberte y asumirte como un pobretón de mierda. Te engañas un poco, soportas, bromeas, vomitas hacia adentro y esperas la práctica de biología del jueves a las 12:00 p.m. Entre el olor a formol, los adefesios que flotan en frascos sucios, las tuberías de los pretiles que no funcionan, los matraces rotos y el equipo de disección incompleto, solo te queda desear que no te toque junto algún imbécil que huela a sudor por jugar fútbol durante el descanso. La providencia te da un beso en la frente colocándote junto a M. la única mujer que no parece aborrecerte; te saluda, es simpática y hasta te sonríe. No sabes si llorar de la emoción o agradecerle tanta amabilidad ofreciéndole ser su mascota y prometer no husmear en sus braguitas de kitty a cambio de unos cuantos roces con el dorso de su mano. La hora de la práctica se ha terminado y con el timbre has recordado no solo que es hora de salir de la escuela, sino que hay que regresar a eso que los otros llaman casa, que no hay dinero para el autobús y que el Sol está esperando a que salgas para escupirte encima que la providencia nunca ha estado de tu lado, ni mucho menos en un inmundo laboratorio de biología de escuela secundaria pública en México.jueves, 3 de diciembre de 2015
Práctica de laboratorio en una escuela pública de México.
Asistir a una escuela pública en México es una experiencia sumamente deprimente. Para empezar si llegas tarde a la escuela es un hecho que la obesa que funge como centinela de la entrada al recinto te reciba con una medida punitiva como levantar los chicles con una espátula vieja y oxidada. Iniciar actividades físicas, en una posición humillante de cara al piso es suficiente para generar una escalada de asco, a la que se le suma el asco de la materia negruzca que habrá que quitar, el sabor de los huevos fritos con tortilla y frijoles que comiste sin hambre para economizar y así evitar la desagradable rutina onerosa de fingir con una sonrisa mongólica que no tienes hambre, cuando lo que en realidad lo que no tienes es dinero para el recreo; todo ello culmina en el paroxismo del asco por saberte y asumirte como un pobretón de mierda. Te engañas un poco, soportas, bromeas, vomitas hacia adentro y esperas la práctica de biología del jueves a las 12:00 p.m. Entre el olor a formol, los adefesios que flotan en frascos sucios, las tuberías de los pretiles que no funcionan, los matraces rotos y el equipo de disección incompleto, solo te queda desear que no te toque junto algún imbécil que huela a sudor por jugar fútbol durante el descanso. La providencia te da un beso en la frente colocándote junto a M. la única mujer que no parece aborrecerte; te saluda, es simpática y hasta te sonríe. No sabes si llorar de la emoción o agradecerle tanta amabilidad ofreciéndole ser su mascota y prometer no husmear en sus braguitas de kitty a cambio de unos cuantos roces con el dorso de su mano. La hora de la práctica se ha terminado y con el timbre has recordado no solo que es hora de salir de la escuela, sino que hay que regresar a eso que los otros llaman casa, que no hay dinero para el autobús y que el Sol está esperando a que salgas para escupirte encima que la providencia nunca ha estado de tu lado, ni mucho menos en un inmundo laboratorio de biología de escuela secundaria pública en México.
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