Ella siempre tenía manchitas de mierda por toda su ropa. Él siempre olisqueaba esas manchitas. Nadie, excepto él y solamente él, se atrevería a copular con el adefesio hediondo de su hermana. Mantuvieron durante años su relación incestuosa que era adornada con los románticos detalles del hermano; a quien le encantaba meterle tubos por todas sus cavidades, encerrarla en una maleta (que gustosamente pateaba en cuanto ella saltaba dentro), y en sus aniversarios celebraban con mutilaciones.
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