De su juventud le sobreviven solamente anécdotas de proezas etílicas del tipo: "Borracho A termina en la parte trasera de una camioneta viajando con desconocidos con el único propósito de seguir bebiendo en un pueblo desconocido, pero que promete bebida hasta reventar", recuerdos vulgares y ridículos por haber intimado con productos de lujo en el mercado erótico-afectivo y por último una sombra en el cuarto de baño que le recuerda las noches que pasó abrazado al mueble de porcelana orando (cuando las arcadas le daban tregua) por todas y cada una de las inmundicias que habitan en los aseos del mundo.
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