jueves, 11 de febrero de 2016

Miércoles de ceniza


María Magdalena no soportó el advenimiento de la muerte del mesías, justo al terminar de escuchar la noticia su rostro se descompuso en una mueca lacerante y nunca recuperó su rostro jovial de putilla barriobajera. El asunto no terminó ahí, pues el dolor de  ya no ser sodomizada por el mismísimo redentor, no  fue tan severo como la pena de cargar en el vientre el producto providencial y bastardo que chapoteaba en el líquido amniótico. Abrumada por la fama vengativa y sanguinaria del abuelo, decidió realizarse un aborto en el extranjero para que este no se enterara del asunto. Por su parte, el patriarca, como buen anciano entrometido y ocioso, siguió los pasos de María hasta la clínica, donde él mismo, disfrazado de médico, se encargó de realizar la interrupción de aquella infame gestación. Como castigo, decidió ubicarla en un palco durante crucifixión de su amante y  teñir su rostro de mala mujer, de color ceniza por los siglos de los siglos. Todo eso ocurrió un miércoles cuarenta días antes de la muerte de Jesús; desde entonces, y de manera arbitraria, tomamos un miércoles entre el cuatro de febrero y el diez de marzo de cada año para honrar a la puta que todos tenemos dentro.




No hay comentarios:

Publicar un comentario